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Euribor

La deflación

21 febrero, 2009

Las tensiones inflacionistas han desaparecido y en los próximos meses se esperan tasas negativas en la variación interanual del IPC. Empieza hablarse de deflación, como caída generalizada y persistente de los precios y que tiene unas consecuencias muy negativas para la economía. Sin embargo el fantasma de la deflación, es todavía un fenómeno improbable.

    Mientras que la inflación es un concepto mucho más conocido, no lo es tanto otro concepto económico llamado deflación. La inflación es la subida persistente y generalizada de los precios, es decir, un fenómeno que lleva a los ciudadanos a poder adquirir progresivamente menos productos con el mismo dinero, ya que el encarecimiento de los bienes y servicios es más rápido que los salarios de los consumidores. El concepto contrario sería la deflación, es decir, una bajada persistente y generalizada de los precios.

La deflación aunque en un primer momento puede parecer positiva, pues significa que podemos comprar cada vez más barato, puede llevar a unas nefastas consecuencias económicas para un estado. Los consumidores conscientes de que los precios han tomado una clara tendencia a bajar, toman la decisión de postergar sus compras para ahorrarse así la cantidad de dinero que se supone bajará pronto en los respectivos productos.  Así mismo, las empresas también pueden decidir retrasar proyectos e inversiones que se supone tendrán más rentabilidad en un futuro próximo, en el que habrán bajado los costes. La generalización en la población de esta toma de decisiones, significa una gran reducción del consumo por parte de empresas y familias y ello supone una reducción en las plantillas de las empresas, quiebras en las mismas, expedientes de regulación de empleo, y aumento sistemático del desempleo. Parece un escenario muy similar al que está ocurriendo ahora, debido a la severa crisis a escala mundial  por la que estamos atravesando, pero la crisis actual tiene unas causas diferentes a la deflación, es decir, el gran desempleo que se está generando ahora no es como consecuencia de la deflación, sino fundamentalmente por la ruptura de la burbuja inmobiliaria y la restricción del crédito. Por lo tanto si se llegase a una deflación, sus efectos teóricamente se sumarían a los actuales de la crisis económica. Afortunadamente la deflación todavía es un fantasma lejano, que de momento parece bastante improbable que aparezca, aunque el riesgo, todavía mínimo, existe.

La crisis económica ha producido grandes distorsiones en muchos indicadores y estadísticas económicas. Ha llevado a las más importantes potencias, a la Eurozona y a la Unión Europea a una recesión de la que todavía no se vislumbra la salida y llevó en el segundo semestre de 2007 y primero de 2008 a un progresivo aumento de la inflación, como consecuencia del encarecimiento del petróleo y de las materias primas. Las tensiones inflacionistas empezaron a disiparse después de julio de 2008, cuando en España se alcanzó una variación interanual del IPC del 5,3% y ya en agosto tuvo su primera caída al situarse en el 4,9%. En los meses posteriores ha continuado decreciendo, en diciembre se bajó hasta una tasa interanual del 1,4%, en enero de 0,8% y se espera que pronto lleguemos a tasas negativas. Esta desaparición de los riesgos inflacionistas y el grave deterioro económico que padece Europa, han sido fundamentales para que el Banco Central Europeo (BCE), haya tomado la decisión de rebajar los tipos de interés varias veces en los últimos meses pasando del 4,25% al 2% actual.

Los recortes en el precio del dinero por parte de la autoridad monetaria no tienen otro motivo que el de recuperar el consumo y con él la reactivación de la economía. Las rebajas en los tipos de interés, unido al alivio de las tensiones interbancarias han provocado la caída del Euribor, con lo que las hipotecas que se vayan revisando a lo largo del 2009 experimentarán sustanciales rebajas, y este efecto unido a la caída de los precios del petróleo significará un ahorro considerable en la mayoría de los ciudadanos.

 No debemos pensar que la aparición de tasas negativas en la tasa interanual del IPC, signifique que ha llegado ya la deflación, sino más bien que nos encontramos en un proceso de ajuste necesario a nivel de precios, pues hay que recordar que el petróleo llegó a máximos históricos en julio de 2008, alcanzado los 147 dólares el barril y ahora después de pronunciadas y continuadas caídas se ha llegado a un precio que ronda los 40 dólares el barril. Esto unido al efecto de freno en el consumo que tiene la crisis sobre los ciudadanos, ha llevado a la desaparición de las tensiones inflacionistas, pero de aquí a llegar a una deflación todavía es improbable. Si que podemos entender que existe una deflación en lo que se refiere a la vivienda, pues existen muchos reparos actualmente por parte de los ciudadanos a lo hora de embarcarse en el importante proyecto de adquirir una vivienda, pensando que los precios de la misma están cayendo y probablemente en poco tiempo caerán más. Pero no se puede pensar que por existir esta situación en el mercado inmobiliario, nos encontremos al borde de una deflación generalizada en todo el sistema económico.

Parece muy improbable que lleguemos a una deflación, pero si que es importante no bordear y alejarse de caminos que se acerquen a ella y proponer otro nuevos poniendo en marcha medidas que motiven la demanda, y que ayuden a la desaparición de la desconfianza por parte de los actores económicos. La desconfianza solo ayuda a continuar enfrascados en los círculos viciosos que conducen a un progresivo deterioro económico. Un círculo vicioso en economía es fácil de explicar; por ejemplo, la desconfianza en la situación económica en los ciudadanos, les lleva a consumir de forma generalizada menos de lo razonable, con lo que las empresas se resienten y se ven obligadas a reducir sus plantillas, aumentando así el desempleo que lleva a un incremento de la desconfianza en los ciudadanos. Por lo tanto la recuperación de la confianza en los actores económicos resulta fundamental para ayudar a salir de la severa crisis y hacer desaparecer todos los peligros que pueden llevar a enfatizarla.